martes, marzo 13, 2007

La locura automática

Siempre he tenido alucinaciones. Minúsculos vistazos de acontecimientos potencialmente futuros. La verdad es que nunca ocurren, al menos casi nunca, y uno se llega a acostumbrar a esa sensación.
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Más de una vez imaginé llegar a un examen en la universidad, y encontrar el salón vacío porque el profesor había sido víctima de alguna extraña enfermedad. Ir a un concierto e imaginar fugazmente que estás al frente, ya es casi una costumbre. Y si lo anterior es casi una costumbre, lo que alucino con las mujeres que en algún momento veo pasar, es ya un verdadero hábito.
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Hoy, durante todo el día, estuve alucinando cada cierto tiempo, llegar a casa y ver en la calle, junto a la puerta del garaje, un auto estacionado para mi. Lo he estado haciendo desde ya hace varios meses, pero cada vez que mi mente comenzaba a burbujear con esa fantasía paraba en seco, porque llegaba a la conclusión de que ésa era otra más de mis alucinaciones.
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Llegué muy tarde a mi casa y, como lo había previsto, no encontré ningún auto para mí en la calle; sin embargo, vi el de mi viejo, cosa muy extraña porque siempre lo guarda adentro. Saqué las llaves del bolsillo y abrí lentamente la puerta. El encontrar el auto de mi viejo afuera, había generado un impulso abrupto en mis alucinaciones, aunque traté por todos los medios de no imaginarme nada.
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Entré a la casa y lo vi.
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No hubo reacción, al menos una que se pudiera ver. Seguí con el usual ingreso a mi casa, sin hacer ruido y directo a mi cama. Al día siguiente me levanté temprano para confirmar con mis oídos lo que mis ojos aún no podían creer. Y por fin pude sentir lo que una alucinación provoca cuando se hace realidad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

eres gracioso